Una y otra vez se escuchan comentarios como “yo no como postres porque tienen mucha azúcar” o “en mi casa cocinan con mucha grasa”, “prefiero la comida casera porque así puedes controlar cómo se cocina” “yo no como pasta ni pan porque engorda” y una y otra vez reducimos a nutrientes la comida. Nutrientes buenos, malos, los que engordan, los sanos y así, como van cambiando las tendencias a nivel nutrimental, vamos ajustando los alimentos que prohibimos y los que aceptamos en nuestra alimentación diaria.
Pero, la realidad es que nuestra relación con la comida empieza desde nuestras primeras horas de vida, cuando mamá hace contacto con nosotros y nos da de comer. En ese momento, “COMER” se convierte en un acto de seguridad, calor, amor y conexión. Después crecemos y a través de las tradiciones familiares nos damos cuenta que compartimos ingredientes e incluso platillos que nos hacen sentir parte de la comunidad a la que pertenecemos. ¿Quién no tiene recuerdos de su abuela o a su mamá con algún platillo en particular? La comida también son recuerdos, pero no sólo recuerdos que nos hacen sonreír, también pueden ser recuerdos de dolor.
“Todos tenemos un plato que nos conecta con una vivencia importante; … Es esa comida que te transporta a la infancia o a un pasado más cercano. Ese que te lleva a revivir un momento feliz o uno desgraciado. Ese alimento que, apenas lo pruebas, te hace viajar al instante concreto de tu vida y, por un momento, vuelves a sentir lo que sentiste entonces” (Raquel Martos)
Comer, es una manera de sentir placer al poner todos nuestros sentidos en sintonía. Comer es el pretexto perfecto para conectar con otras personas, para conocer otras formas de vida, otras maneras de pensar. La forma en la que comemos, también habla de muchas cosas aprendidas. Por un lado, muestra la manera en la que aprendimos a relacionarnos con la comida a partir de lo que vimos de nuestros cuidadores primarios, pero también desde la perspectiva de autoconocimiento nos habla de nuestras emociones y de lo que sentimos. También saber qué alimentos nos gustan y cuáles no, aquellos alimentos que nos caen mal y con cuales nos sentimos mejor. La alimentación también es autocuidado.
Así que la siguiente vez que empieces una dieta, recuerda que la comida son más que nutrientes.
Referencia
Martos, R, (2019). Los sabores perdidos. Penguin Random House. España
Elaborado por Tania Rodríguez
Photo by August de Richelieu
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