¿Hola? OK: siguen sirviendo la escritura y mis dedos, no se ha atrofiado el movimiento. Hoy me desespero, desde el insomnio de anoche me desespero. Quiero salir corriendo y tengo miedo de salir de mi nidito. Quiero huir y no tengo a dónde ir. Me voy a los lugares mentales, los posibles proyectos, el quehacer del nidito.
Me escribe un amigo para vernos. ¿Quién soy yo, la que tanto se ha quejado de toda su soledad, para decirle que no? Lo invito a comer, mañana. Tengo miedo y ganas de alejarme – espero que esté claro que él no me gusta a mí. Nadie me gusta. No ahorita. Sólo la ilusión de “el que no funcionó”. En fin, el que vendrá mañana, llamémosle Boris, no me gusta; pero la gente dice que “hay que darse chance”. No sé. De cualquier manera, espero que Boris tenga claro que mi intención no es darle chance. Es un poco incómodo. Me gustaría tener más amigos, no gente “interesada” en mí. Me gustaría ser yo la que está interesada en alguien. Y luego que mágicamente también esa persona se interese en mí.
Sé que suelo evadir el tema de las relaciones románticas, y lo hago porque en esa área soy (creo que soy) un caos. Pero como con todo en la vida, llevo desde la adolescencia aparentando que tengo el asunto bajo control. Y no, más bien mi vida romántica se ha caracterizado por el descontrol. ¿Cómo le hago para mantener la apariencia? No sé cómo le hago, pero sé cuál es el motor: la “vergüenza tóxica”.
Ya había hablado de este concepto unos días atrás, y es que su fuerza explicativa es enorme. No sólo eso, creo que a todos nos beneficia tremendamente saber cuándo esta vergüenza tóxica entra a dominarnos, qué área de nuestras vidas domina, desde cuándo y demás preguntas que van surgiendo en el diálogo con nuestros “yos” que mueren de pena. Como mi “yo” que me ha matado de pena en el camino. Mi “yo” que no se atreve a salir corriendo, o que lo hace lo más rápido posible: no sea que otros nos vean pasar. Y así, entre mejor es la simulación de que todo va bien, menos se acerca cualquiera a vernos realmente, a ver aquello de lo que tanto estamos apenadas.
Hoy hago lo que tengo a mi alcance por no ser gobernada por esa vergüenza, y me expongo al mundo, con todo el deseo de taparme y cubrirme, me expongo, un poquito a la vez. Por eso mañana viene Boris a comer, espero que tenga claro que ni yo ni mi yo apenada queremos nada con él. Espero que no surja una vibra de acoso. Ya les contaré, qué miedo.
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